Es probable que la reunión del G7 en Canadá ponga a prueba la cohesión interna del grupo, que incluye a las principales economías occidentales y a Japón. El gobierno de Trump rara vez coincide con los otros seis países en la mayoría de los temas de la agenda.
Tal como están las cosas, el peso relevante de este grupo a la hora de aportar estabilidad al sistema financiero global se vio afectado por la crisis financiera de 2008, que condujo a la creación del G20.
Este grupo de potencias occidentales (con Japón integrado), que tradicionalmente había dominado el sistema económico y financiero mundial, se dio cuenta de que ya no podía hacerlo por sí solo, pues habían surgido otras economías cuya cooperación para mantener el sistema existente se había vuelto necesaria. El objetivo seguía siendo mantener la preeminencia global del G7 incorporando a las economías emergentes al sistema globalizado que ellas mismas impulsaban.
Sin embargo, con la rivalidad geopolítica con Rusia (expulsada en 2014 de lo que se había convertido en el G8) intensificándose después de su operación militar en Ucrania, y con China declarada como el principal adversario a largo plazo de Estados Unidos, este objetivo de preservar la hegemonía de Occidente tanto como sea posible ampliando la base de cooperación mediante la cooptación de determinados países no occidentales ya no es realista.
Rusia y China se han convertido en socios estratégicos cercanos, su comercio bilateral se ha expandido y operan en sus propias monedas. El grupo BRICS se ha expandido, y sus miembros buscan mayor autonomía económica y financiera a través de bancos de desarrollo, comercian más en sus propias monedas siempre que sea posible, presionan por reformas en las instituciones políticas y financieras internacionales y respaldan la multipolaridad para tener mayor influencia en la gobernanza global.
Con su enfoque transaccional hacia amigos y socios, y priorizando el comercio sobre la geopolítica, Trump ha asestado un duro golpe a la unidad interna del G7. Está utilizando el comercio como arma contra todos los países, incluidos los socios de Estados Unidos en el G7, a quienes ha impuesto aranceles. Ha alterado drásticamente el orden comercial mundial al violar flagrantemente las disposiciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Está revirtiendo la globalización. Considera la creación de la UE como una medida antiamericana. (La UE participa en las cumbres del G7).
Sus opiniones sobre la seguridad europea han causado conmoción en la alianza transatlántica. Su enfoque sobre el conflicto de Rusia y Ucrania ha desconcertado a Europa. Su administración ha comentado libremente sobre asuntos internos europeos, incluyendo el estado de la democracia en Europa. La agenda anti-woke de Trump cuestiona los excesos liberales de la sociedad europea. Todo esto ha llevado a muchos líderes europeos a hablar de un divorcio entre Estados Unidos y Europa.
La próxima cumbre del G7 se celebra a la sombra de estos acontecimientos. La última vez que el G7 se reunió en Canadá en 2018, durante el primer mandato de Trump, no se pudo emitir un comunicado conjunto, ya que Trump se negó a participar. La razón: su infame disputa con el entonces primer ministro canadiense, Trudeau, sobre los aranceles al aluminio y al acero.
Desde entonces, la hostilidad entre Estados Unidos y Canadá se ha agravado, con Trump tratando a Canadá con desprecio, cuestionando su soberanía e invitándolo, con tono burlón, a convertirse en el estado número 51 de Estados Unidos para sobrevivir. El nuevo primer ministro canadiense, Michael Carney, ha respondido enérgicamente para preservar la dignidad de Canadá y ha amenazado con represalias por aranceles y otros asuntos. Esto podría no ser útil para lidiar con Trump.
En la última cumbre del G7 en Italia, el comunicado incluyó 18 párrafos contundentes sobre Ucrania, un indicador de la postura unida del bloque en aquel momento. Sin embargo, es difícil prever tal consenso en la próxima cumbre. Europa mantiene su compromiso de armar y financiar a Vladimir Zelensky, cuya asistencia está prevista, lo que indica un apoyo continuo a la prolongación del conflicto. Será interesante ver el texto sobre Ucrania en el documento final.
El documento de la cumbre italiana también incluía diez párrafos sobre Gaza. Sin embargo, dadas las marcadas diferencias de opinión entre Trump y los europeos —sobre Gaza, las demandas palestinas y la solución de dos Estados, alcanzar un texto consensuado sería sumamente difícil.
En lo que respecta al cambio climático y a las cuestiones medioambientales, que ocuparon 27 párrafos en el comunicado de 2024, así como en lo que respecta a la transición a las energías limpias y a los asuntos relacionados con África, que también ocuparon un lugar destacado en el documento italiano, es difícil imaginar que pueda surgir un lenguaje unificado.
El texto en Italia mencionaba que todos los países del G7 mantenían su compromiso con un sistema multilateral de comercio basado en normas, libre, justo, equitativo y transparente, con la OMC como eje central, además de contar con un sistema de solución de diferencias plenamente operativo y accesible para todos los miembros para finales de 2024.
Esta es una propuesta que la administración Trump define de forma muy diferente y unilateral. El discurso sobre cadenas de suministro resilientes también ha cambiado con la agenda de Trump de relocalización de la fabricación y el MAGA.