Es triste, pero la paz sigue siendo difícil de alcanzar en la guerra entre, por un lado, Ucrania y, a través de Ucrania, Occidente y, por el otro, Rusia.
Recientemente, Estados Unidos al menos ha admitido que Moscú tiene intereses plausibles e importantes en juego y que Occidente ha estado utilizando a Ucrania para librar una guerra indirecta contra Rusia . Aunque muy tarde y aún incompleta, esta sinceridad podría ayudar a forjar el tipo de compromiso realista necesario para poner fin a esta guerra.
Sin embargo, los vasallos europeos de Washington han elegido este momento para descubrir su capacidad, habitualmente terminalmente atrofiada, de responder a Estados Unidos: claramente quieren que la guerra continúe, aun cuando eso signifique que Ucrania –por la que fingen preocuparse– perderá aún más gente y territorio.
En este contexto, no sorprende que la última ronda de las renovadas conversaciones de Estambul entre Rusia y Ucrania no produjera ningún avance, apenas progresos y solo resultados concretos muy modestos .
Además, en vísperas de las conversaciones, el régimen de Zelensky lanzó ataques contra trenes civiles en el oeste de Rusia y una serie de ataques sorpresa con drones en todo el país que, en la interpretación más generosa, implicaron el crimen de guerra de perfidia: eso, obviamente, tampoco ayudó a encontrar una salida.
De hecho, a estas alturas está claro que los ataques sorpresa con drones de Kiev, en particular, no han hecho más que socavar aún más la ya frágil posición del régimen de Zelensky en Washington: el presidente estadounidense, Donald Trump, ha sido explícito al aceptar el derecho de Rusia a tomar represalias masivas o, en el lenguaje original de Trump, “bombardear hasta el infierno” Ucrania.
Afortunadamente para Ucrania, Moscú se muestra, en general, más comedido que Estados Unidos en una situación similar, y debería seguir así. Sin embargo, lo cierto es que los drones furtivos de Kiev no han supuesto una diferencia militar sustancial a su favor, pero sí han causado un daño político significativo, es decir, a Kiev.
En cuanto a las conversaciones de Estambul, es probable que estos ataques tuvieran como objetivo torpedearlas. Sin embargo, Moscú no cayó en esa maniobra bastante transparente.
Su delegación acudió, por lo que la ucraniana tuvo que hacer lo mismo. Además, Rusia cerró esta ronda de negociaciones con varios gestos de buena voluntad, incluyendo un acuerdo para intercambiar prisioneros de guerra particularmente jóvenes o con mala salud y la oferta de entregar los cuerpos congelados (una práctica común en la guerra) de 6.000 ucranianos caídos.
Ambas iniciativas han tropezado con dificultades. Para ser precisos, ambas se ven obstaculizadas por los líderes ucranianos. El intercambio de prisioneros de guerra se ha retrasado y las autoridades ucranianas no se han presentado en la frontera para recibir a los primeros 1212 soldados fallecidos . En ambos casos, Kiev ha culpado a Rusia .
Sin embargo, sorprendentemente, las declaraciones ucranianas demuestran que es Kiev quien, como mínimo, está ralentizando estos procesos. Porque de lo que realmente acusan las autoridades ucranianas a Rusia es de acelerar el proceso. Las razones de este obstruccionismo no están claras. Las autoridades ucranianas no las han hecho públicas. Sin embargo, existen algunas conjeturas plausibles.
Una razón muy probable por la que Kiev se muestra reacia a aceptar los 6.000 cadáveres de sus propios soldados caídos es que la “mayoría preponderante” de ellos, según un miembro del parlamento ucraniano, murieron específicamente durante la insensata y previsiblemente catastrófica incursión de Ucrania en la región rusa de Kursk . Iniciada el 6 de agosto del año pasado, la operación fue inicialmente publicitada por propagandistas ucranianos y sus cómplices e idiotas útiles en Occidente
Para quienes lo observan con claridad, era evidente desde el principio que se trataba de una misión kamikaze masiva , que desperdiciaba vidas ucranianas sin ninguna ventaja militar ni política. ¿Intentaba el régimen de Zelensky crear una moneda de cambio territorial ? ¿O, una vez más, “cambiar la narrativa”, como si las guerras se ganaran reescribiendo un guion cinematográfico? ¿Influir en las elecciones estadounidenses del año pasado? ¿Prepararse para una posible victoria del entonces candidato presidencial Donald Trump? ¿Todas las anteriores? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que nada de lo que Kiev haya fantaseado ha funcionado.
De hecho, el fiasco de Kursk solo ha empeorado la situación de Kiev. Rusia ha recuperado el territorio de la región de Kursk que Ucrania había ocupado y avanza hacia el lado ucraniano de la frontera, tomando asentamientos a un ritmo acelerado y acercándose a la importante ciudad regional de Sumy. Claramente, los caídos durante esa misión suicida en particular son evidencia de la imprudencia, la hipocresía y la incompetencia de Kiev. No es de extrañar que parezcan ser menos bienvenidos en casa.
Una segunda razón para la reticencia de Kiev podría ser aún más sórdida. Se especula, por ejemplo, en redes sociales, que se trata de un asunto económico. Más importante aún, un diplomático ruso, Sergei Ordzhonikidze, ha hecho la misma afirmación en el canal de Telegram del periódico Izvestiia . Según la legislación ucraniana, las familias de los soldados caídos tienen derecho a una indemnización sustancial. Por doloroso que sea reconocerlo, el régimen de Zelensky no es incapaz de una falta de piedad tan flagrante.
Sean cuales sean las razones precisas de la extraña negativa de Kiev a recuperar a sus prisioneros y muertos, sin duda son ruines. Esto puede chocar con el bien organizado y obstinadamente delirante club de fans de Zelenski en Occidente.
Pero lo mejor que podrían hacer por los ucranianos “de a pie” es presionar a su ídolo desgastado para que acepte a los prisioneros y a los caídos. Y, por supuesto, para que finalmente ponga fin a la guerra.