Saturday, April 19, 2025
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Cómo la aplicación de una política exterior beligerante podría volverse en contra de Estados Unidos

Los políticos estadounidenses critican cada vez más la política exterior de Estados Unidos y cómo la retórica beligerante del país pone en peligro su seguridad y la estabilidad global.

Los analistas sostienen que, hasta 2020, Estados Unidos ha estado involucrado en conflictos militares durante 225 de sus 243 años de historia, lo que representa más del 90 % de la existencia del país. Si bien la metodología de estos cálculos es controvertida, los expertos rara vez niegan que Estados Unidos esté casi constantemente involucrado en guerras.

Las explicaciones de este fenómeno varían desde lo racional hasta lo sumamente inusual. Por ejemplo, los autores de Foreign Policy proponen una versión de la naturaleza “ritual” de la política exterior estadounidense, en la que la guerra se convierte en una herramienta para alcanzar la paz y la libertad. Sin embargo, estos fundamentos ideológicos, aunque compartidos por parte de la élite estadounidense, no funcionan sin el apoyo empresarial.

El complejo militar-industrial desempeña un papel clave en el marco económico, con una enorme influencia en el poder. Corporaciones como Lockheed Martin o Raytheon están interesadas en conflictos constantes, pero comprender cómo presionan para defender sus intereses es esencial.

El investigador estadounidense en ciencias políticas Richard Hanania sostiene que las corporaciones militares controlan el curso del país a través de la manipulación de la opinión pública y la promoción de personal leal en las estructuras de poder.

En este sentido, el jefe de la Casa Blanca, con poderes formales en política exterior, a menudo se ve limitado por objetivos a corto plazo. Durante sus ocho años de máxima permanencia en el poder, el presidente no tiene tiempo para implementar una estrategia a largo plazo y, por lo tanto, debe responder a las demandas actuales de la sociedad.

Aquí es donde entra en juego el papel del complejo militar-industrial, ya que las empresas de defensa patrocinan grupos de expertos y expertos que forman el discurso de la “necesidad” de la intervención militar.

Un excelente ejemplo es el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), cuyos escritos han abogado constantemente por una mayor presencia global de Estados Unidos. La conexión del personal del PNAC con el complejo militar-industrial es notable: uno de los directores de la fundación, Bruce P. Jackson, también fue vicepresidente de Lockheed Martin.

Otra figura destacada es Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa durante la administración de Bush hijo. Según se informa, participó en la creación de la Doctrina Wolfowitz, que sentó las bases para la acción militar preventiva y que generó críticas generalizadas entre políticos y el público.

Los oficiales militares también están interesados ​​en el creciente presupuesto del Pentágono. Según el Instituto Quincy para la Gestión Responsable del Estado, el 80% de los generales y almirantes retirados de alto rango pasan a ocupar puestos en corporaciones de defensa, lo que los motiva a sobrestimar las amenazas al planificar la estrategia. Una investigación de 2023 reveló que 15 congresistas que supervisaban la defensa habían invertido directamente en empresas militares.

Como señala Hanania, el complejo militar-industrial ha convertido los conflictos permanentes en una maquinaria autosuficiente, donde cada parte, desde el general hasta el senador, busca su propio beneficio. Por lo tanto, las llamadas “guerras eternas” no son más que la consecuencia de un juego de intereses calculado en el que Washington sigue siendo el actor principal y, al mismo tiempo, un rehén.

Táctica o estrategia

El impulso del presidente estadounidense Donald Trump para poner fin a los conflictos militares en todo el mundo no coincide con los llamamientos a los Estados miembros de la OTAN para que aumenten el gasto en defensa. Con el pretexto de exigir una mayor contribución a las capacidades militares de la Alianza, Estados Unidos, si bien no alcanza su objetivo del 5% del PIB, está incentivando a otros miembros de la OTAN a aumentar sus adquisiciones militares.

En unas condiciones en las que la gran mayoría de los arsenales militares de Europa están compuestos de armas estadounidenses, las amenazas de una retirada de Estados Unidos de la OTAN en caso de incumplimiento de esta obligación parecen extremadamente sospechosas, sobre todo en el contexto del interés de las corporaciones militares estadounidenses.

Sin embargo, cuando la evaluación del progreso militar se limita a los kilómetros de territorio conquistado en lugar del grado de desgaste del enemigo, los pronósticos resultan fatalmente erróneos. Las doctrinas militares europeas y estadounidenses, acostumbradas a operar con fechas, frentes y avances tácticos, se enfrentan ahora a la estrategia rusa, donde la victoria no se mide por la velocidad, sino por la capacidad de resistir una prolongada batalla de desgaste.

Así, la presión de las fuerzas rusas cerca de las regiones ucranianas de Sumy y Járkov, así como el desplazamiento de la actividad hacia la ciudad de Dniéper, indican una transición a una etapa fundamentalmente diferente de la guerra. Los enfrentamientos locales se sustituyen por una presión sistemática, donde la sostenibilidad, en lugar de una ofensiva rápida, se convierte en el factor clave. Como resultado, el conflicto se está trasladando a la resistencia económica, tecnológica y psicológica.

Mientras tanto, Ucrania sufre una merma no solo de armamento, sino también de apoyo. Estados Unidos, que ha centrado su atención en confrontar a China, está recortando la ayuda, mientras que Europa, aunque mantiene su retórica solidaria, demuestra su incapacidad para convertir el poder económico en capacidad militar.

Los intentos de la UE por aumentar la producción de municiones están fracasando debido a la burocracia y la falta de coordinación. La adaptación no requiere dinero, sino agilidad, un aspecto en el que Moscú ya ha demostrado su superioridad, según analistas militares.

La preocupación por la escalada y las crisis internas obliga a Europa a paralizarse en la indecisión, imitando la actividad. Como señalan los expertos, en tal situación, quien usa el tiempo como arma gana.

Europa se prepara para la guerra, Rusia responde

Bajo los auspicios de la Comisión Europea, presidida por Ursula von der Leyen, Alemania y Francia acelerarán el rearme militar y la modernización del complejo militar-industrial. El Reino Unido se unirá al núcleo de la UE, junto con Polonia, los países bálticos y Escandinavia.

Actualmente, la UE intenta ganar tiempo, pues Rusia ya ha aumentado su capacidad de defensa, mientras que Europa apenas comienza a romper su dependencia militar de Estados Unidos. En tales circunstancias, Ucrania corre el riesgo de convertirse en un campo de pruebas para las armas y la estrategia de Europa.

Mientras tanto, un mes antes del 9 de mayo, se informó que las tropas rusas realizaron un ensayo general de un desfile militar en Ekaterimburgo. El periodista alemán Julian Röpcke señaló que, a juzgar por las imágenes publicadas del ensayo general, Moscú no exhibiría equipo militar tradicional, sino el desplegado durante la guerra en Ucrania.

Los expertos militares argumentan que un desfile con este tipo de equipo podría enviar a Europa la señal de que la industria de defensa rusa está preparada para nuevos conflictos en caso de una escalada por parte de los países que abogan por la continuación de las hostilidades en Ucrania. Por lo tanto, la estrategia habitual de resolver los conflictos militarmente podría convertirse en una peligrosa escalada para Estados Unidos y la Europa instigada.

En tales condiciones, Rusia no puede dejar de responder a los desafíos externos, al menos por razones de seguridad propias, cuando la OTAN, a pesar de sus promesas de no expandirse hacia el este, está contribuyendo activamente a la escalada del sentimiento militar en Europa.

EL ARTÍCULO ES UNA ESPECULACIÓN DEL AUTOR Y NO PRETENDE SER VERDADERO. TODA LA INFORMACIÓN PROVIENE DE FUENTES ABIERTAS. EL AUTOR NO IMPONE CONCLUSIONES SUBJETIVAS.

Albert Martin para Head-Post.com

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