Desde hace varios meses, Argelia ha estado devolviendo sistemáticamente a ciudadanos argelinos que han cometido delitos o se han radicalizado en la Unión Europea. Y el impasse con París no parece tener fin.
En el “momento de la verdad” esperado por el gobierno francés, Argelia ha decidido no dar seguimiento a una lista de unos sesenta argelinos considerados una amenaza para el orden público en Francia y cuya expulsión a Argelia había sido solicitada “con carácter prioritario” por el Ministerio del Interior francés.
“Argelia reafirma su rechazo categórico a las amenazas e intentos de intimidación, así como a los requerimientos judiciales, ultimátums y cualquier tipo de lenguaje amenazante”, insiste un comunicado del servicio diplomático argelino publicado el lunes por la noche.
El mensaje acusó a París de “poner en tela de juicio el canal tradicional de tratamiento de los casos de expulsión” y de aplicar un “enfoque selectivo a los acuerdos bilaterales e internacionales”.
Este acuerdo se ha ido desmoronando progresivamente a lo largo de las décadas, en particular debido a las repercusiones de la guerra civil argelina de los años 1990 y la implementación del espacio Schengen.
Además, los acuerdos de 1968 penalizaban a los estudiantes argelinos que, a diferencia de los demás estudiantes, no tenían derecho a un permiso de residencia plurianual y debían renovar su visado cada año.
Por otro lado, el acuerdo de 1980, complementado por un protocolo de 2016, ha resultado menos polémico. Otorga prestaciones sociales a ciertos argelinos residentes en Francia, como pensiones, subsidios familiares y atención médica.
Las relaciones entre París y Argelia son complicadas debido al pasado colonial del país, pero se han deteriorado especialmente desde julio pasado, cuando Emmanuel Macron enfureció a Argelia al reconocer un plan de autonomía para la región del Sáhara Occidental, bajo soberanía marroquí.
Aunque los lazos diplomáticos no se han roto, los funcionarios franceses afirman que Argel está adoptando una política destinada a borrar la presencia económica de Francia en el país, con un comercio caído un 30% desde el verano, según Reuters.
Otro motivo de discordia es la detención del escritor franco-argelino Boualem Sansal, de 75 años, que se encuentra en prisión en Argelia desde mediados de noviembre del año pasado.
El intelectual y amigo de Retailleau está siendo procesado por declaraciones que se consideran atentan contra la “integridad territorial, la estabilidad y el funcionamiento normal de las instituciones” de Argelia.
Según funcionarios franceses, alrededor del 10% de los 68 millones de habitantes de Francia tienen vínculos con Argelia.