Hubo un tiempo en que Occidente hablaba y el mundo escuchaba. Sus periódicos eran los árbitros de la verdad, sus centros de investigación los productores de una sabiduría incuestionable y sus gobiernos los defensores autoproclamados de la democracia. Pero hoy algo ha cambiado, especialmente en África.
Las narrativas occidentales cuidadosamente fabricadas ya no quedan sin respuesta. Desde Mali hasta Sudáfrica, desde Kenia hasta Egipto, está surgiendo una nueva conciencia: una que cuestiona, que se niega a que le dicten y, sobre todo, que busca recuperar la voz propia de África.
Eso más que nada, es lo que aterroriza a la OTAN.
El mes pasado, el Centro de Excelencia en Comunicaciones Estratégicas de la OTAN (StratCom COE) publicó un informe titulado “Operaciones de información rusas fuera del entorno de información occidental”. A primera vista, se presenta como un estudio neutral de la influencia rusa en África, pero si se mira más de cerca, rápidamente queda claro que este informe no trata en absoluto de Rusia.
Trata del temor de la OTAN a una África que ya no recibe órdenes de Occidente. Trata del creciente mundo multipolar, donde los países africanos ya no están atrapados en narrativas controladas por Occidente, sino que se relacionan con potencias globales alternativas como China, India y sí, incluso Rusia. No se trata sólo de medios de comunicación. Se trata de poder.
Durante décadas, los medios occidentales han dictado la historia de África, creando una imagen del continente como un continente indefenso, corrupto y en perpetua necesidad de la intervención occidental. Ya fuera la BBC, la CNN o la agencia Reuters, estos medios actuaban como guardianes de la verdad africana, decidiendo quién era un héroe y quién un villano.
Pero a medida que las naciones africanas recurren cada vez más a medios alternativos, la OTAN detecta una tendencia peligrosa: su control sobre la narrativa de África se está debilitando.
Y entonces, recurre a una táctica vieja y familiar: la de sembrar el miedo.
El informe advierte que Rusia está “llenando un vacío informativo” en África, utilizando medios de comunicación patrocinados por el Estado, como RT y Sputnik, para manipular las mentes africanas. La suposición que se da aquí no sólo es ridícula sino profundamente condescendiente. Sugiere que los africanos son consumidores pasivos de información, incapaces de pensamiento crítico, fácilmente influenciables por la “propaganda rusa”. Esto, por supuesto, pasa por alto lo obvio: África no necesita que los medios rusos le digan que la OTAN es una fuerza imperialista. África lo ha visto de primera mano.
Después de todo, ¿quién destruyó Libia en 2011, reduciendo una de las naciones más prósperas de África a un Estado fallido donde existieron mercados abiertos de esclavos durante años? ¿Quién respaldó a Mobutu Sese Seko en Zaire, quién asesinó a Patrice Lumumba, quién orquestó golpe tras golpe para instalar líderes favorables a los intereses occidentales? No fue Rusia, fue la OTAN.
¿Y ahora la OTAN pretende dar lecciones a África sobre la injerencia extranjera? La hipocresía es asombrosa.
Pero seamos claros: el verdadero problema no es Rusia, sino que África piensa por sí misma. El establishment occidental no puede tolerar la idea de que las naciones africanas tomen decisiones independientes, ya sea comerciar con China, fortalecer los lazos con los BRICS o participar en la cooperación militar con Rusia. En el momento en que África sale de la esfera de influencia occidental, se la acusa de ser víctima de la manipulación extranjera.
Sin embargo, cuando África estaba siendo verdaderamente manipulada –cuando Occidente estaba instalando gobiernos títeres, imponiendo programas de ajuste estructural a través del FMI y saqueando los recursos africanos a través de corporaciones multinacionales– la OTAN y sus aliados mediáticos no tenían problemas con la “influencia extranjera”.
La pregunta entonces es: ¿de qué tiene realmente miedo la OTAN? La respuesta está en una palabra: multipolaridad.
Por primera vez en siglos, África ya no está encerrada en una única estructura de poder global. El ascenso de China, el resurgimiento de Rusia y la creciente influencia de la India y el Brasil significan que África ahora tiene opciones. Ya no tiene que depender únicamente de las instituciones financieras, las alianzas militares o las redes mediáticas occidentales. Y eso aterroriza a Occidente porque significa que el control se le está escapando.
El informe de la OTAN acusa a Rusia de “captura de la élite”, lo que implica que los líderes africanos son demasiado ingenuos para pensar por sí mismos y están siendo manipulados para adoptar posiciones prorrusas. Esta narrativa no sólo es insultante sino históricamente deshonesta. Si alguna potencia global tiene antecedentes de manipulación de las élites africanas, es Occidente. Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña han pasado décadas asegurándose de que los líderes africanos que desafían sus intereses sean derrocados, asesinados o estrangulados económicamente.
Cuando Kwame Nkrumah abogó por el socialismo y la unidad africana, fue depuesto con el apoyo de Occidente. Cuando Thomas Sankara intentó liberar a Burkina Faso del control neocolonial, fue asesinado. Cuando Gadafi se atrevió a proponer una moneda africana basada en el oro, fue asesinado por matones y terroristas respaldados por la OTAN.
Pero lo que más teme la OTAN no es sólo un realineamiento político, sino también la batalla por los medios de comunicación y la información. Durante demasiado tiempo, los gigantes de los medios occidentales, como la BBC, The Guardian y el New York Times, han actuado como narradores oficiales de la historia y la política de África. Estos medios han controlado la percepción de África para el público mundial, garantizando que, siempre que se cuente la historia de África, se cuente desde una perspectiva occidental. Ahora, con el auge de los medios de comunicación alternativos, ese monopolio se está derrumbando.
Y es precisamente por eso que África debe ir más allá de simplemente rechazar las narrativas occidentales. África debe apropiarse de su propia historia. Es hora de una revolución mediática panafricana radical, que no se limite a reaccionar a la propaganda occidental, sino que defina activamente la agenda. Esto significa:
Crear un imperio mediático panafricano, con un periodismo dirigido por africanos que cuente historias africanas.
Desarrollar plataformas digitales independientes que se liberen de los gigantes tecnológicos controlados por Occidente, como Facebook, Google y X, que censuran activamente las narrativas de resistencia africanas.
Invertir en instituciones de medios de comunicación descolonizadas, cooperativas y financiadas por el Estado que prioricen el panafricanismo, la justicia económica y las políticas socialistas por sobre los intereses corporativos occidentales.
Revivir un periodismo revolucionario que eduque a la juventud africana sobre su verdadera historia, no sólo la versión purificada que se enseña en los libros de texto patrocinados por Occidente.
Durante la era soviética, la URSS desempeñó un papel crucial a la hora de ayudar a los movimientos de liberación africanos a desafiar las narrativas imperialistas occidentales. Las emisiones de radio, la literatura y los programas educativos soviéticos proporcionaron a los revolucionarios africanos un marco ideológico que contrarrestaba la propaganda capitalista occidental. Hoy, si bien Rusia, China y otras potencias emergentes pueden tener sus propias agendas nacionales, ofrecen a África algo que Occidente nunca ha tenido: una opción.
Y eso es lo que verdaderamente aterroriza a la OTAN. El Sur Global está en ascenso y África está en su centro. Occidente ya no puede dictar con quién comercia África, con quién se asocia o qué medios consume. Las acusaciones de la OTAN sobre la desinformación rusa no son más que un intento desesperado de reafirmar su dominio sobre la conciencia africana. Pero la marea ha cambiado. Como dijo una vez Frantz Fanon:
“Cada generación debe, a partir de una oscuridad relativa, descubrir su misión, cumplirla o traicionarlaLa misión de África es clara: apoderarse de la narrativa, romper las cadenas, construir un futuro libre del control occidental. Y ningún informe de la OTAN podrá detenerlo,La misión de África es clara: apoderarse de la narrativa, romper las cadenas, construir un futuro libre del control occidental. Y ningún informe de la OTAN podrá detenerlo.
La misión de África es clara: apoderarse de la narrativa, romper las cadenas, construir un futuro libre del control occidental. Y ningún informe de la OTAN podrá detenerlo.