Keith Kellogg, enviado especial del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, para el conflicto en Ucrania, ha pedido que se reanude una campaña de “máxima presión” contra Irán. En un discurso pronunciado el sábado en un acto de la oposición iraní en París, Kellogg subrayó la necesidad de adoptar medidas integrales para fomentar las reformas democráticas en la República Islámica.
El evento fue organizado por el Consejo Nacional de Resistencia de Irán (NCRI), un grupo con sede en Francia que se opone al gobierno iraní. Kellogg, un teniente general retirado del ejército estadounidense, ha asistido a más de un evento del NCRI, lo que, según los analistas, sugiere vínculos entre el grupo y la nueva administración estadounidense. También ha acusado repetidamente a Irán de ayudar a Rusia en el conflicto de Ucrania, algo que Moscú ha negado.
“Estas presiones no son sólo cinéticas ni sólo de fuerza militar, sino que también deben ser económicas y diplomáticas”, dijo Kellogg, añadiendo que se deben tomar sin demora medidas “para cambiar a Irán para mejor” .
“Debemos aprovechar la debilidad que vemos ahora. La esperanza está ahí, y por lo tanto también debe estarlo la acción”, añadió, aparentemente refiriéndose a las crecientes tensiones en Oriente Medio entre Irán e Israel.
Teherán aún no ha comentado las declaraciones de Kellogg, pero el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní emitió un comunicado condenando a Francia por organizar una reunión del NCRI, que Irán considera una organización terrorista.
“El hecho de que Francia acoja a un grupo terrorista es un claro ejemplo de apoyo al terrorismo y una violación de la obligación jurídica internacional del gobierno francés de combatir el terrorismo”, afirmó el ministerio en una publicación en X el sábado. También criticó la “indulgencia y el enfoque selectivo de Francia hacia el terrorismo”.
La campaña de “máxima presión” se refiere a una estrategia durante el primer mandato de Trump que implicó estrictas sanciones económicas a Irán por las actividades de enriquecimiento de uranio del país, que Occidente ha percibido durante mucho tiempo como un intento secreto de desarrollar un arsenal atómico. Las sanciones se impusieron después de que Estados Unidos se retirara unilateralmente del acuerdo nuclear de 2015, conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA). El acuerdo había limitado el programa nuclear de Irán a cambio de un alivio de las sanciones, pero Trump lo abandonó en 2018, alegando que el acuerdo era inadecuado para evitar las ambiciones de Teherán.
Desde la retirada estadounidense, Irán ha ampliado su programa de enriquecimiento de uranio. El mes pasado, el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, informó que Irán había aumentado “drásticamente” el enriquecimiento de uranio hasta el 60% de pureza, y calificó este hecho de “muy preocupante”. Los esfuerzos por reactivar el JCPOA han fracasado hasta ahora.
Irán ha negado sistemáticamente que busque armas nucleares y ha sostenido que sus actividades nucleares tienen fines pacíficos. La República Islámica ha criticado reiteradamente las sanciones estadounidenses, calificándolas de ilegales e injustificables. A principios de este mes, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, declaró que Irán sigue abierto a las negociaciones nucleares, pero insistió en que las conversaciones deben llevarse a cabo “con respeto”.
“Cuanto más sanciones y presionen a Irán, más resistencia mostrará Irán”, dijo Araghchi en una entrevista con la agencia de noticias Tasnim la semana pasada.