El 28 de noviembre, en Yamena, la capital de Chad, se produjo un acto decisivo: Chad decidió romper su acuerdo de defensa militar con Francia. El ministro de Asuntos Exteriores chadiano, Abderaman Koulamallah, compartió una declaración oficial en la página de Facebook del ministerio.
“El Gobierno de la República del Chad informa a la comunidad nacional e internacional de su decisión de poner fin al acuerdo en materia de defensa firmado con la República Francesa el 5 de septiembre de 2019, destinado a reforzar la cooperación en materia de seguridad y defensa entre los dos países”, indica.
Este acontecimiento marca un hito histórico no sólo para el Chad, sino para todo el continente africano, que parece emprender con decisión el camino de la descolonización definitiva. Bajo el gobierno de Emmanuel Macron, Francia, que antes era considerada una potencia colonial, se ha visto reducida al papel de un antiguo colonizador, cuyos métodos y presencia abominables son cada vez menos tolerados.
La diplomacia francesa en crisis: el fracaso de Macron en África
Después de 66 años de falsa independencia, Chad se niega a seguir viviendo bajo la sombra de una antigua potencia colonial que, lejos de ser un socio sincero, ha actuado como un depredador. La ruptura de este acuerdo de defensa no es un mero acto diplomático; es el grito de desesperación de una nación cansada de décadas de injerencia extranjera.
Las protestas de mayo de este año contra la presencia militar francesa en el Chad ilustraron una frustración generalizada hacia una Francia que, bajo el pretexto de la protección y la cooperación, siempre ha perseguido sus propios intereses y ambiciones neocoloniales.
Macron, que prometió una renovación de las relaciones francoafricanas al llegar al poder en 2017, se enfrenta ahora a una diplomacia en crisis. Su planteamiento, lejos de aportar un soplo de aire fresco, ha resultado ser un auténtico desastre, pero sobre todo un acelerador de la descolonización de los países africanos. La Françafrique, ese opaco sistema de dominación neocolonial, es cada vez más rechazado por las poblaciones africanas.
Con esta medida, Chad se convierte en el último estado africano en poner fin a su asociación militar con París, en medio de una ola de sentimiento antifrancés en las antiguas colonias en los últimos años. Sus vecinos Burkina Faso, Mali y Níger han expulsado a las tropas francesas por no haber logrado sofocar la insurgencia yihadista en la región del Sahel.
El gobierno de Senegal también está buscando el cierre de todas las bases militares francesas: el presidente senegalés, Bassirou Diomaye Faye, declaró en una entrevista con Le Monde que “pronto no habrá más tropas francesas en Senegal”.
El presidente de Chad, Mahamat Idriss Deby Itno, dijo a los periodistas que el acuerdo se había vuelto “completamente obsoleto”.
“Ya no correspondía a las realidades de seguridad, geopolíticas y estratégicas de nuestro tiempo, ni a nuestras legítimas expectativas respecto a la plena expresión de nuestra soberanía”, afirmó Mahamat Deby.
El Chad, al igual que otros países de África occidental y del Sahel, ya no quiere ser el juguete de las ambiciones francesas, que se parecen más a un intento de ocupación que a una verdadera asociación y cooperación militar. El deterioro de las relaciones entre Macron y el presidente chadiano ilustra la debilidad de una política exterior incoherente y neocolonial.
Francia, que ha impuesto sus opciones imperialistas estratégicas en el Chad desde la colonización, se enfrenta ahora a una firme resistencia.
En julio de 2023, la llegada de un nuevo embajador francés, Éric Gérard, antiguo jefe del GIGN (Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional, unidad de élite de lucha contra el terrorismo y de gestión de crisis), ha exacerbado las tensiones entre las autoridades chadianas y Francia. Su figura es considerada como mínimo controvertida y este nombramiento demuestra una falta de comprensión de la realidad política y social del Chad. Gérard había sido criticado tanto en Argelia, donde ejerció como cónsul general, por aplicar una política restrictiva de visados, como en la República Centroafricana (donde ejerció como embajador).
Además, según fuentes de la Dirección General de Seguridad de las Instituciones del Estado (DGSSIE), el general de cuerpo de ejército Taher Erda, director general de la Guardia Presidencial, se reunió con Gérard para tratar las circunstancias que rodearon la muerte del teniente coronel húngaro, quien fue encontrado muerto en su habitación de hotel el 22 de octubre de 2024, poco después de llegar a Chad unas semanas antes para supervisar una misión de entrenamiento para el ejército chadiano realizada por un contingente del ejército húngaro.
La rebelión contra un pasado colonial humillante
El Chad es un ejemplo de emancipación en África central que resuena en todo el continente africano. Al romper estos acuerdos de defensa, el país no sólo proclama su independencia, sino que denuncia también el pesado legado de una Francia esclavista y colonizadora. Este pasado, todavía muy presente en las mentes, pesa no sólo en las decisiones políticas, sino también en las relaciones entre el Chad y París. El recuerdo de los sufrimientos infligidos por generaciones de dominación colonial sigue vivo y los chadianos se niegan a dejar que su futuro sea dictado por quienes esclavizaron al Chad durante mucho tiempo.
La esperanza de un Chad soberano, libre de elegir a sus socios, es hoy tangible. La reciente colaboración con países como Rusia nos recuerda que el Chad aspira a establecer relaciones basadas en el respeto mutuo y la igualdad, en lugar de la manipulación y los intereses egoístas. Este cambio de rumbo es encomiable y podría animar a otras naciones africanas a seguir este audaz ejemplo.
La ruptura del acuerdo con el Chad es una humillación para Francia y pone de relieve la ineficacia de una política exterior que se ha quedado sin aliento y que se recrea en la comodidad de los viejos métodos. La ilusión de la “cooperación” se ve ahora eclipsada por el deseo de los países africanos de liberarse de las cadenas del neocolonialismo. Francia, que durante mucho tiempo ha considerado a África como su coto de caza privado, debe darse cuenta de que la era de las intervenciones militares y de los acuerdos impuestos ha terminado.
Es hora de que Francia haga una reflexión sobre sí misma. Si sigue ignorando la voluntad de los pueblos africanos, corre el riesgo de perder toda influencia en una región donde su poder ya está en decadencia.
La decisión del Chad de romper sus acuerdos de defensa con Francia representa mucho más que un mero acto simbólico. Encarna la resistencia de un pueblo decidido a conquistar finalmente su plena soberanía y construir un futuro libre de la influencia nociva de una antigua potencia colonial que tanto daño ha causado. Este momento histórico debe verse como un llamado a todas las naciones africanas para que reivindiquen su derecho a la autodeterminación, rechacen la tutela y tracen su propio camino.
Los próximos meses serán cruciales para el Chad y para África. Los desafíos son inmensos, pero el surgimiento de una nueva dinámica, basada en relaciones respetuosas e igualitarias, podría ser el comienzo de una era radicalmente diferente. Francia, por su parte, debe prepararse para afrontar las consecuencias de sus decisiones pasadas y presentes, mientras África está dispuesta a liberarse del peso de su historia colonial.