“Ha sido una de las negociaciones más duras que he tenido”. Con esta frase resumió el ministro Luis Planas los tres largos días que tardaron los Estados miembros en cerrar el acuerdo para las cuotas de pesca de 2025 tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo.
Una foto interesante de lo que son las conversaciones en la UE y cómo los temas que más densos son, al final, los más complejos, son los que tienen un efecto más directo en los ciudadanos. En general, los pescadores de arrastre tenían 220 días de pesca al año en 2019, que pasaron a ser esos 130 en 2023. El periodo transitorio que se ha mantenido hasta 2024 ha supuesto una reducción del 40% de los días de pesca. Esos son los datos.
Y detrás de ellos ha habido una dura negociación que se tiene que entender como una dinámica natural en Bruselas: todo consiste en poner de acuerdo a 27 países distintos, con 27 intereses distintos, que a veces forman bloques pequeños para forzar el pacto en un sentido o en otro. En el caso de la pesca, esa minoría ‘guerrera’ fue la que formaron España, Italia y Francia, que estaban frontalmente en contra de la propuesta inicial de la Comisión Europea consistente en una reducción de un 79% de las jornadas de faena.
Estos cónclaves en el Consejo suelen acabar bajo la fórmula de “lo comido por lo servido”, como explicó alguna fuente durante las negociaciones. Así, los patrones de pesqueros pueden beneficiarse de un incremento “sustancial” del número de días en que salen al mar a pescar “si se comprometen con la selectividad”, con el cierre a la pesca de áreas de mar y con el uso de instrumentos de pesca “innovadores”.
Cuando el comisario habla de “selectividad” se refiere a la capacidad de los métodos de pesca de seleccionar los peces y tamaños deseados. “El objetivo siempre ha de ser el equilibrio, el tratar de que todos salgan enteros de la negociación”, cuenta otra fuente a 20minutos.
En el caso de la pesca regiones como Galicia o Andalucía tenían los ojos bien abiertos, porque la UE va más allá de las conversaciones sobre la invasión rusa de Ucrania, la Defensa o la ampliación. Esos son asuntos que todavía quedan ‘grandes’ para la mayor parte del público medio.
Pero todo se aterriza mucho más cuando se habla de la agricultura o de la pesca, puntos que son decisivos en Bruselas, como se ha visto esta misma semana. Y las dinámicas son a veces desconocidas para el gran público, por ejemplo en lo que se refiere a los contactos bilaterales entre países para tratar de coordinar posturas.
De hecho, se discute sobre un borrador que pone sobre la mesa la presidencia del Consejo, en este caso la húngara, y en la mayoría de ocasiones solo se habla de verdad entre los 27 cuando parece que el pacto está cerca. Por eso las cumbre sobre temas importantes se suelen alargar tanto: hay mucha letra pequeña y bastantes matices para tratar de convencer a todos de que suscriban el acuerdo final.
No pasa solo en el Consejo y es importante tener en cuenta que, por ejemplo, en el caso español la meta no es solo tener clara la postura nacional, sino también encajar las peticiones de las comunidades autónomas.
Y no, no pasa solo con la pesca. Ibán García del Blanco, exeurodiputado y ponente de la ley de IA, que conllevó una de las negociaciones más largas de la historia en la Unión, explica a 20minutos que lo más complicado de una negociación es que “no estás negociando con dos partes, sino que esas dos están compuestas a su vez, tanto el Parlamento como el Consejo, por distintos elementos”, aunque la Comisión sí sea un ente único.
Es, por lo tanto, de teoría más sencilla de lo que se cree pero en la práctica se ven muchas más ramificaciones. Mantiene el ejemplo de la IA: “Fue inevitable que hubiera que renegociar las interpretaciones y cuáles eran por supuesto los límites de la negociación. Para llegar a un acuerdo hay que ceder, y no es fácil ver qué cosas son las esenciales o cuáles son las líneas rojas”.
La Comisión Europea tiene, digamos, el papel más fácil, pero eso no quiere decir que no haya ciertos “trucos”, tal como cuentan fuentes consultadas. “Es una cuestión de paciencia, de entender los temas y de saber que tiene que haber acuerdo.
La teoría es bastante simple”, confirman, aunque en el proceso surjan “choques o complicaciones”. Se toman decisiones “clave”, sobre todo en los últimos cinco años. “Se echan horas y horas, así que cuando los resultados llegan la sensación de satisfacción es compartida por todos”, concluyen. El Ejecutivo comunitario, eso sí, al ser la parte Ejecutiva, que solo propone las normas y no legisla cumple con su parte ya al principio del proceso (siempre y cuando se complete a la primera).
Puede pasar, y de hecho pasa, que la Comisión Europea ponga sobre la mesa una propuesta que después se parezca poco al acuerdo final.
Eso es lo que ha sucedido con la pesca, lo que demuestra que a la hora de la verdad la mayor parte del peso sigue recayendo sobre los Estados miembros, que además suelen trabajar a contrarreloj: el acuerdo de las cuotas de pesca para 2025 se ha cerrado a solo dos semanas de que termine 2024. Sí, en la UE gusta también el riesgo, pero sobre todo en Bruselas todo el mundo está obligado a aprenderse bien un verbo: negociar.