Alemania ha dejado de impulsar a la UE; sigue siendo el motor de Europa, pero ahora mismo necesita pasar por el taller. El país más importante de la Unión va a elecciones anticipadas el próximo 23 de febrero después de un casi fracaso de Gobierno semáforo a tres, formado por socialdemócratas, liberales y verdes.
De hecho, el choque entre los dos primeros por los Presupuestos acabó con el canciller Olaf Scholz cesando al ministro de Finanzas, el líder del FPD, Christian Lindner: colapsó todo y ahora empieza una (pre)campaña decisiva para todo el bloque comunitario.
En ese escenario, el SPD, caído en los sondeos, prefiere ya competir con la CDU en temas clave ante los comicios. Las encuestas dibujan un panorama muy complicado para Scholz: su partido quedaría en tercera posición, con los conservadores ganando con holgura y la ultraderecha de AfD en máximos, en segunda posición. Peor escenario tienen los ecologistas y los liberales; estos últimos, de hecho, corren el riesgo de quedarse fuera del Bundestag, algo que ya sucedió hace 15 años.
Toda esa presión ha hecho que Scholz vire hacia posiciones más derechistas en temas clave; es decir, en los asuntos donde se disputan la mayoría de los votos. Es el caso de la migración.
El todavía jefe del Gobierno ha dejado claro que quiere acelerar las devoluciones de los migrantes ilegales, y ha aprobado controles en todas las fronteras por motivos “de seguridad” después de los últimos ataques islamistas. Si bien es cierto que no ha ‘comprado’ el ‘modelo Meloni’ para construir centros de detención de inmigrantes fuera de la UE tampoco lo ha rechazado de plano, como si ha hecho por ejemplo España.
La economía es otro elefante en la habitación germana. Esto además influye directamente en las empresas. Esta misma semana Scholz criticó duramente las multas por incumplir los límites de emisiones.
Las sanciones previstas por la normativa CAFE afectarán a los fabricantes de automóviles que no cumplan con las regulaciones de emisiones contaminantes. Estas medidas entrarán en vigor el 1 de enero de 2025 y están dirigidas a imponer la prohibición de la venta de vehículos de combustión interna en la Unión Europea a partir de 2035. “El dinero debe permanecer en las empresas para la modernización de su propia industria, de su propia empresa”, sostuvo el canciller, en un planteamiento que comparten tanto la CDU como AfD, pero no así los Verdes.
Sin cambios sobre Israel
Olaf Scholz también ha cambiado décadas de posiciones respecto a Rusia, pero no con lo que tiene que ver con Israel: ahí el consenso es amplio en Alemania. No ha necesitado moverse demasiado el SPD en ese sentido porque no hay espacio en otros posicionamientos: es más, Alemania se ha mostrado contraria a aplicar la orden emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. “Me cuesta imaginar que se produzcan detenciones en Alemania sobre esta base”, sostuvo en rueda de prensa el portavoz del Ejecutivo semáforo, Steffen Hebestreit.
Daniel Gil, analista en The Political Room especializado en Unión Europea, explica a 20minutos “realmente desde el principio esta coalición se preveía que tuviera un funcionamiento bastante complicado porque había que conjugar las demandas de mayor inversión en transición ecológica, infraestructuras, tecnología, que proponían sobre todo los verdes pero también el SPD, con la prudencia fiscal de los liberales del FDP, su oposición a subir impuestos y su oposición a endeudarse”, resume, viendo la foto completa. “Al principio debían gestionar la recuperación de la pandemia, así que estas cuestiones se flexibilizaron un poco, lo que permitió que la coalición, aún con sus tensiones, echara a andar”, matiza.
Y mientras, AfD sigue creciendo. En los sondeos ya es segunda fuerza a nivel federal, y llegará a febrero tras una victoria en las regionales de Turingia y después también de su mejor resultado histórico en las elecciones europeas.
La apuesta para el Gobierno nacional vuelve a ser Alice Weidel, una mujer que dice romper todos los moldes para una ultraderecha que no se ha adaptado del todo a los nuevos tiempos… pero no le ha hecho falta. Los conservadores tradicionales no quieren gobernar con ellos, pero parece darles igual: AfD tiene claro que llegará su momento.