Estados Unidos, Alemania, Francia y el Reino Unido emitieron el domingo una declaración conjunta pidiendo la desescalada de la violencia en Siria, donde las fuerzas rebeldes han lanzado su mayor ofensiva contra el gobierno de Bashar al-Assad en años.
Los aliados de la OTAN dijeron que estaban “siguiendo de cerca los acontecimientos en Siria”, donde 255 personas, en su mayoría militantes, han muerto desde el miércoles pasado, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
En su declaración conjunta, los países instaron a la desescalada para la “protección de los civiles y la infraestructura para evitar más desplazamientos e interrupciones del acceso humanitario”.
La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios dijo que más de 14.000 personas, incluidos niños, habían sido desplazadas por la violencia en los últimos días.
El miércoles, terroristas de un amplio espectro de fuerzas formaron una nueva coalición llamada “Comando de Operaciones Militares”, arrasando rápidamente las aldeas hasta llegar a la segunda ciudad más grande del país, Alepo.
Los militantes tomaron la mayor parte de Alepo el sábado, tomando el control del aeropuerto de la ciudad y ampliando su ofensiva sorpresa a una provincia cercana.
Encontraron poca resistencia por parte del gobierno de al-Assad, quien dijo el sábado a través de la agencia de noticias estatal del país que Siria “defenderá su estabilidad e integridad territorial contra los terroristas y sus partidarios”.
Preparando un contraataque
Las fuerzas armadas de Siria dijeron el sábado que habían redistribuido tropas y se estaban preparando para un contraataque, reconociendo que los insurgentes habían entrado en grandes partes de la ciudad pero negando los informes de que habían establecido bases.
Más tarde el sábado, las fuerzas armadas del país intentaron disipar lo que dijeron eran mentiras en referencia a informes sobre la retirada o deserción de sus fuerzas, diciendo que el comando general estaba cumpliendo con sus deberes en “combatir organizaciones terroristas”.
El regreso de los insurgentes a Alepo es el primero desde 2016, cuando una dura campaña militar de las fuerzas de al-Assad fue apoyada por Rusia, Irán y sus grupos aliados.
Los combates de 2016 fueron un punto de inflexión en la prolongada guerra entre el gobierno sirio y los combatientes rebeldes después de que las protestas de 2011 contra el gobierno de Al Assad desencadenaran una guerra total.
Después de parecer que se estaba perdiendo el control del país ante los rebeldes, la batalla de Alepo aseguró el control de Al Assad sobre áreas estratégicas de Siria, mientras que las facciones de la oposición y sus partidarios extranjeros controlaban áreas en la periferia.
Antes de la ofensiva sorpresa de la semana pasada, la guerra llevaba varios años en un punto muerto. Sin embargo, la ofensiva sobre Alepo se produjo tras semanas de violencia de baja intensidad, incluidos ataques del gobierno a zonas controladas por la oposición.
En noviembre de 2023, un tribunal francés emitió una orden de arresto contra al-Assad por su papel en crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluidos ataques con armas químicas contra civiles.