El ministro de Hungría, Viktor Orbán, ha cifrado en 2.000 millones de euros el coste derivado de vigilar y proteger las fronteras y ha reclamado a la Unión Europea una compensación, dando por hecho incluso que terminará pagando. “Es sólo cuestión de tiempo”, ha dicho.
Orbán ha defendido la protección fronteriza aplicada desde la crisis migratoria de 2015 como un elemento clave en materia de seguridad nacional y, en el caso de Hungría, ha enfatizado que se trata de fronteras exteriores de la UE.
Como ya hiciese en los últimos días, ha ironizado con el hecho de que ahora Alemania aplique también controles en todas sus fronteras terrestres. “Bienvenido al club”, le llegó a decir en redes sociales esta semana al canciller de Alemania, Olaf Scholz.
El primer ministro húngaro, contrario entre otras cosas al reparto de migrantes y refugiados entre países de la UE, ha insistido en su política de mano dura, alegando que no quiere que Hungría sea “un país de migrantes”. “Hungría es para los húngaros. Punto”, ha zanjado este viernes en una entrevista radiofónica.
OTROS CONTACTOS INMINENTES
Orbán también se ha distanciado de la visión mayoritaria entre los Veintisiete en otras esferas, como la respuesta a la invasión militar rusa sobre Ucrania. Su premisa pasa por cuestionar a los que, a su juicio, quieren prolongar el conflicto y ha apuntado que “a todos les interesa un alto el fuego y que haya negociaciones de paz”.
El primer ministro húngaro visitó Moscú a principios de julio y se reunión con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en un movimiento que no gustó en Bruselas. Aunque no ha querido dar detalles, sí ha deslizado que prevé otros contactos para las próximas semanas.
Orbán no oculta tampoco que busca lo que ha descrito como “neutralidad económica”, lo que se ha traducido en que Hungría no ha roto lazos con Rusia en cuestiones clave como la energía. “La neutralidad económica es lo que más interesa a la población húngara”, ha agregado, confiado en poder “preservar” las buenas relaciones “al este y al oeste”.