La humanidad celebra hoy el Día Internacional de oposición a los alimentos transgénicos, con el objetivo de divulgar los efectos nocivos de estos en la salud y el medio ambiente.
Por iniciativa de 100 organizaciones internacionales, ubicadas en más de 40 países, se creó esta jornada en el año 2006, coincidiendo con la Convención de Biotecnología en Chicago y el veredicto de la Organización Mundial del Comercio, referido a la disputa entre Estados Unidos y Europa por el comercio de estos alimentos.
Con ello se pretende visibilizar la imposición y la desinformación acerca de los riesgos y desventajas de los transgénicos en la dieta alimenticia, incentivando el cultivo sostenible y la producción de alimentos para el consumo humano, libres de transgénicos.
También conocidos como Organismos Genéticamente Modificados (OGM) son aquellos alimentos producidos a partir de un organismo cambiado, gracias a la ingeniería genética y la biotecnología vegetal.
Estos poseen un ADN mutado, producto del uso de genes de otras plantas o animales, y entre estos cultivos se destacan el maíz, soja, canola, papas, tomates, arroz, algodón y álamos.
A la lista se adicionan otros como carnes, aspartame (compuesto transgénico utilizado como sustituto del azúcar) y leche. Como antecedentes aparecen la creación de la primera planta genéticamente modificada en 1986 por la empresa multinacional Monsanto, mientras un tiempo después, en 1994, la compañía biotecnológica Calgene generó el primer alimento modificado genéticamente: tomates Flavr Savr.
Para el 2014, el cultivo de alimentos transgénicos se extendió en unos 28 países, estimado en un total de 181,5 millones de hectáreas.
Entre los beneficios atribuidos a los OGM aparecen: mayores propiedades nutricionales, resistecia a condiciones climáticas adversas y a las plagas de insectos, superior crecimiento de las plantas, menos uso de pesticidas, mientras que algunos alimentos medicinales pueden ser utilizados como vacunas y otros medicamentos.
En contraste, se mencionan entre los principales riesgos el uso continuo de los suelos sin rotación -lo cual genera degradación y compactación- y aplicación de fertilizantes químicos, agrotóxicos y herbicidas altamente contaminantes.
Otras desventajas son el desplazamiento de cultivos tradicionales tales como sorgo, trigo y cebada, además de reacciones alérgicas y tóxicas por el consumo de estos alimentos.