Tras las protestas de los agricultores, en especial en Polonia, Europa intenta borrar con una escoba defectuosa las infundadas acusaciones sobre la responsabilidad rusa en el alza de los cereales en esa región y el orbe.
Las manifestaciones en esta capital fueron particularmente violentas, con choques entre los trabajadores rurales y policías, quienes usaron gases lacrimógenos para disolver los bloqueos realizados con tractores y que los organizadores de esas acciones prometen continuar.
De hecho, recientemente, agricultores de Polonia, Alemania y la República Checa efectuaron demostraciones conjuntas en la región de Bogatinia, situada en la intercepción de la frontera tripartita, para exigir el fin de la “agenda verde” en la agroindustria europea.
Además, demandan suspender las facilidades que otorgó en su momento la Unión Europea (UE) a Ucrania para la entrada libre de sus productos como cereales, maíz, arroz, frutas y otros, al considerar la situación de conflicto que vive ese país.
Sin embargo, los trabajadores rurales polacos, sobre todo, protagonizaron acciones para cerrar el paso en la frontera con Ucrania a rastras y otros vehículos de carga con los mencionados productos al estimar que ello constituía un dumping y un riesgo para sus negocios.
Los cereales más baratos y en grandes cantidades provenientes de Ucrania perjudican la subsistencia de las empresas polacas que también ofertan esos productos, tanto en esta nación como en otros Estados de la UE, consideran los manifestantes.
En su momento, precisamente Varsovia y otras capitales europeas se encargaron de responsabilizar a Moscú del supuesto encarecimiento de los precios de los cereales, a causa de presuntos impedimentos impuestos por Rusia para la salida de esos productos de puertos ucranianos.
Pero ahora, son los propios agricultores europeos los que abogan por impedir las importaciones ucranianas para mantener altos los precios de las ofertas agrícolas a los consumidores europeos.
Las protestas con similar modus operandi se registran desde hace varias semanas en otros países europeos como Francia, Alemania, Bélgica, República Checa, Grecia, España e Italia, entre otros.
CONTRADICCIONES EN CASA
En el caso de Polonia, llama la atención que en su momento el propio Donald Tusk hizo campaña por defender a toda costa todo lo nacional, pero tras su llegada al poder a principios de este año, arremete ahora contra los agricultores que basan sus protestas en proteger lo nacional.
Tusk se negó la semana pasada a reunirse con varios de los organizadores de las manifestaciones, al considerar incorrecto discutir demandas con personas violentas que cometieron actos delictivos, responsables de dañar propiedades durante las demostraciones.
De hecho, al encuentro con algunos de los participantes en los bloqueos asistió junto a Tusk el viceministro de Agricultura Mijal Kolodzeichak, quien fue en su momento el máximo dirigente del sindicato Agrounia, uno de los iniciadores de ese tipo de manifestaciones.
Ahora Kolodzeichak llama a sus antiguos colegas a poner fin a las protestas, cuyos organizadores prometen paralizar el país a partir de la última semana de este mes, si las autoridades se niegan a cumplir sus demandas, destaca el diario digital Vzgliad.
El diario Gazeta Wyborzca se refiere al dilema para el gobierno dirigido por el expresidente de la Comisión Europea, cuando, por otro lado, Polonia mantiene sus compromisos de rearme de Kiev y de fortalecer su capacidad defensiva, mucho más allá que otros colegas de la OTAN.
Hace varios años, los 30 miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la que se sumaron ahora Finlandia y Suecia, establecieron un compromiso de dedicar el dos por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) a gastos militares.
Polonia registra desembolsos bélicos por 34 mil 400 millones de euros, equivalentes al 4,2 por ciento de su PIB. Al parecer, Varsovia se prepara para una guerra grande.
De hecho, son contradictorios las reacciones de funcionarios del Gobierno a las declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, sobre un posible envío de tropas de Estados europeos a Ucrania. Algunos afirman que participar en el conflicto será inevitable.
Todo ello ocurre, cuando el país vive un aumento de caldeadas manifestaciones de los empleados de uno de los sectores vitales para la economía nacional: la agroindustria, renuente a aceptar patrones ecológicos exigidos por Bruselas que obstaculizan su desarrollo.