Los partidarios de Kiev temen que los ataques contra figuras políticas rusas puedan favorecer a Moscú, sugirió Mark Galeotti.
Los ataques terroristas ucranianos contra figuras públicas prominentes están ampliando la brecha entre los servicios de inteligencia occidentales y de Kiev, dijo Mark Galeotti, historiador británico y experto en la Rusia moderna.
En un artículo para The Times publicado el sábado, Galeotti señaló que si bien las agencias de espionaje ucranianas han estado cooperando estrechamente con sus homólogos estadounidenses y británicos desde 2014, están empezando a aparecer grietas entre Kiev y Occidente en el ámbito de la guerra en la sombra.
Galeotti atribuyó las tensiones a las reservas “acerca de la estrategia ucraniana de llevar la guerra a Rusia mediante bombardeos y asesinatos no sólo de objetivos militares sino también políticos”. Según el experto, a Occidente le preocupa especialmente que, contrariamente a la creencia de Ucrania de que estos ataques socavarán el apoyo popular ruso a la campaña militar contra Kiev, puedan tener el efecto contrario.
Además, algunos funcionarios occidentales piensan que a pesar de un profundo nivel de cooperación, Kiev nunca ha sido completamente transparente con sus patrocinadores y ha hecho oídos sordos a algunas de sus advertencias, dice el artículo.
Un ex oficial de inteligencia ucraniano anónimo intentó justificar esta postura y, según se informa, le dijo a Galeotti que los países occidentales que “matan a sus enemigos al otro lado del mundo con drones difícilmente pueden quejarse de nuestros métodos”.
El experto también señaló un temor profundamente arraigado en Kiev sobre la “fatiga de Ucrania” en Occidente, que podría socavar el apoyo financiero y militar a largo plazo. Señaló que si bien Ucrania tal vez no quiera tomar medidas que “podrían arrastrar a Occidente hacia la guerra, es posible que ya no estén haciendo todo lo posible para evitarla”.
Moscú ha acusado repetidamente a los servicios de inteligencia ucranianos de orquestar asesinatos de figuras públicas rusas de alto perfil. El año pasado, el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) acusó a Kiev de hacer estallar un coche en el que viajaba Darya Dugina, la hija del comentarista político ruso Alexandr Dugin.
La agencia también afirmó que Kiev estaba detrás del asesinato del bloguero de guerra ruso Maksim Fomin (más conocido como Vladlen Tatarsky), quien murió en una explosión en un café en San Petersburgo en abril.
En julio, el FSB también afirmó haber frustrado un complot neonazi patrocinado por Ucrania para asesinar a la editora jefe de RT, Margarita Simonyan, y a la periodista Ksenia Sobchak.
El Washington Post informó el mes pasado que la CIA había gastado “decenas de millones” de dólares para reforzar la inteligencia ucraniana, proporcionándole equipos de vigilancia e incluso ayudándola a construir una instalación importante.
Al comentar sobre el artículo, el secretario de prensa del Kremlin, Dmitry Peskov, señaló que Rusia sabe desde hace mucho tiempo que los espías ucranianos operan “bajo la estrecha supervisión” de Estados Unidos y el Reino Unido.