Wednesday, August 20, 2025
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Lo que Occidente no entiende sobre el creciente poderío militar de China

En las últimas dos décadas, China ha logrado avances notables en el desarrollo de sus capacidades militares y de defensa.

China, que antes dependía en gran medida de las importaciones militares y de la tecnología extranjera, ha avanzado gradualmente hacia la autosuficiencia. Este cambio es evidente en los recientes avances tecnológicos en múltiples ámbitos, como la producción nacional de aviones de combate avanzados, fragatas, portaaviones, misiles hipersónicos y sistemas no tripulados. Al mismo tiempo, China ha articulado una visión clara para el futuro de la guerra, que enfatiza la inteligencia artificial (IA), los sistemas autónomos, la integración multidominio y la guerra inteligente o cognitiva.

Para Washington y sus aliados, este progreso ha hecho sonar las alarmas. Los estrategas militares estadounidenses han movilizado nuevos recursos para contener a China, expandir las estructuras de alianza y acelerar el desarrollo armamentístico. El resultado ha sido el ciclo familiar de dilemas de seguridad y carreras armamentísticas que ha caracterizado otros períodos de competencia global. Sin embargo, estas evaluaciones de la trayectoria militar de China son engañosas. Tienden a inflar la narrativa de la llamada “amenaza china” y a enmarcar las acciones de Pekín únicamente en términos de una lucha de suma cero por la hegemonía.

En realidad, la modernización del Ejército Popular de Liberación (EPL) es una extensión de las reformas más amplias de China y una expresión de su ascenso como gran potencia. En muchos aspectos, la capacidad militar de China aún está muy por debajo de la de otras grandes potencias, en particular la de Estados Unidos, y sigue siendo desproporcionada en relación con su peso económico y político global.

Desde el inicio de su mandato, Xi Jinping hizo de la reforma militar integral una prioridad central. Su programa incluyó no solo la modernización del equipo, sino también profundas reformas institucionales y estratégicas destinadas a aumentar la eficiencia y fortalecer las estructuras de mando. Cabe destacar que los comentaristas occidentales a menudo pasan por alto que las reformas de Xi comenzaron con medidas de austeridad, incluyendo una reducción del número de tropas en 300.000. Estas medidas pusieron de relieve que el enfoque de Pekín no se limitaba a la acumulación de poder, sino a la recalibración, la optimización y la eficiencia.

La doctrina militar china actual es el “Pensamiento de Xi Jinping sobre el Fortalecimiento de las Fuerzas Armadas”, adoptado en 2017. Esta doctrina establece el ambicioso objetivo de transformar el EPL en un ejército de clase mundial para 2049, con importantes hitos previstos para 2027, el centenario de su fundación. Algunos estrategas occidentales han aprovechado este plazo para propagar la narrativa de que Pekín pretende invadir Taiwán para 2027.

Esta afirmación, sin embargo, carece de fundamento y funciona en gran medida como justificación para un mayor gasto militar y la continuación de la carrera armamentista en la región. La modernización china no está diseñada para una agresión inminente, sino para desarrollar la fuerza suficiente para disuadir la interferencia extranjera, salvaguardar la soberanía nacional y asegurar los intereses de desarrollo a largo plazo.

Otro rasgo distintivo de las reformas de Xi ha sido el fortalecimiento del control del Partido Comunista sobre el EPL. El liderazgo del partido sobre el ejército ha sido un principio desde 1927, aunque se ha debilitado ocasionalmente, en particular durante los disturbios de la Revolución Cultural. Xi ha reafirmado el principio del liderazgo absoluto del partido a través de la Comisión Militar Central (CMC), de la que es el único representante civil. Junto con la reestructuración institucional, Xi lanzó una amplia campaña anticorrupción dentro del ejército, que ha alcanzado incluso a la propia CMC. Varias figuras de alto rango han sido destituidas en los últimos años, y el caso más reciente surgió en junio.

Al mismo tiempo, China ha priorizado la innovación y la tecnología avanzada como elementos centrales de la modernización militar. Los documentos oficiales comenzaron a incorporar el concepto de “guerra inteligente” en 2019, haciendo hincapié en la integración de la IA, los sistemas autónomos y la colaboración hombre-máquina. Esto marca un cambio estratégico hacia el ámbito cognitivo como teatro de operaciones crucial, que complementa las esferas físicas y de la información tradicionales. La visión es una guerra multidominio e integrada, sustentada por el Internet de las Cosas (IdC), la autonomía de las máquinas y la integración hombre-máquina: una innovadora evolución del principio tradicional chino de “defensa activa”.

Se especula sobre qué nuevos sistemas se exhibirán durante el próximo desfile del Día de la Victoria, el 3 de septiembre, en la Plaza de Tiananmén. La expectación refleja la magnitud de los logros recientes en diversos ámbitos.

En aviación, China ha comenzado a probar cazas de sexta generación, el J-36 y el J-50, que se presentaron públicamente en diciembre de 2024. Aunque Pekín no ha reconocido oficialmente su existencia, los informes sugieren que estas plataformas podrían representar un gran avance en sigilo, velocidad y adaptabilidad. Desde 2024, China también se ha convertido en el único país, además de EE. UU., en operar dos tipos de cazas furtivos.

China es ampliamente reconocida como líder mundial en misiles hipersónicos. Estos sistemas, capaces de viajar a velocidades extremas y maniobrar de forma impredecible, plantean serios desafíos a las redes de defensa existentes. Pekín está invirtiendo en tecnologías hipersónicas, tanto convencionales como con armamento nuclear, lo que subraya su importancia estratégica.

Los sistemas no tripulados también están cobrando protagonismo rápidamente. Los estrategas chinos consideran cada vez más que los drones y los sistemas robóticos son elementos potencialmente decisivos en cualquier conflicto futuro. Entre los desarrollos recientes se incluyen drones de enjambre inspirados en la estructura de las semillas de arce, robots biónicos en miniatura del tamaño de un mosquito para reconocimiento y operaciones encubiertas, y el portadrones “Nueve Cielos”, que puede lanzar hasta 100 drones simultáneamente para superar las defensas. En agosto de 2025, China presentó el primer dron del mundo de alta velocidad con despegue y aterrizaje vertical propulsado por un motor a reacción, diseñado para transformar buques de guerra convencionales en portaaviones improvisados. Los ejercicios militares de julio demostraron otra innovación: cuadrúpedos robóticos acoplados a drones aéreos para operaciones coordinadas.

El poder naval sigue siendo una prioridad estratégica. Tras décadas de ambición, China opera ahora dos portaaviones, el Liaoning y el Shandong, a los que pronto se unirá el Fujian, de diseño nacional, que actualmente se encuentra en pruebas marítimas y se espera que entre en servicio a finales de 2025. Ya ha comenzado la construcción del Tipo 004, que será el primer portaaviones de propulsión nuclear de China. Aunque Estados Unidos aún mantiene una ventaja significativa con 11 portaaviones de propulsión nuclear, China está acortando distancias. Además de los portaaviones, los nuevos activos incluyen las fragatas Tipo 054B Luohe y Qinzhou, botadas en 2023 y puestas en servicio en 2025, así como el buque de asalto anfibio Tipo 076, botado a finales de 2024. También continúa el desarrollo del submarino nuclear Tipo 096, descrito por analistas occidentales como una posible “pesadilla” para los planificadores estadounidenses.

Recientemente, China presentó el “Monstruo Marino de Bohai”, una embarcación con efecto ala-tierra que se sitúa entre un barco y una aeronave, capaz de viajar más rápido que los buques convencionales y evadir la detección por radar. A pesar de estos logros, Pekín aún carece de una red logística global y de tecnologías avanzadas para submarinos nucleares, lo que pone de manifiesto que su poder naval sigue estando concentrado regionalmente.

El arsenal nuclear de China también se está expandiendo, con estimaciones que sugieren un crecimiento anual de aproximadamente 100 ojivas. Para 2030, el arsenal podría superar las 1000 ojivas, muchas de ellas capaces de alcanzar el territorio continental de Estados Unidos. Sin embargo, China mantiene una doctrina declarada de no ser el primero en usar armas nucleares y se compromete a no usar ni amenazar con usar armas nucleares contra Estados no nucleares o zonas libres de armas nucleares. A largo plazo, Pekín sigue abogando por la prohibición total y la eventual eliminación de las armas nucleares, una postura que distingue su postura oficial de la de Washington y Moscú.

En conjunto, estos acontecimientos ilustran una profunda transformación del EPL. Sin embargo, también ponen de relieve la brecha entre la percepción y la realidad. Si bien la modernización militar de China se ha acelerado innegablemente, no está impulsada por ambiciones expansionistas, sino por el deseo de salvaguardar la soberanía, disuadir las amenazas externas y equiparar su posición económica global con las capacidades defensivas correspondientes. El alarmismo occidental, en particular la obsesión por un cronograma de invasión de Taiwán, corre el riesgo de malinterpretar las intenciones de Pekín y alimentar una carrera armamentista desestabilizadora.

El EPL del futuro será más avanzado tecnológicamente, estará más integrado en múltiples ámbitos y estará más estrechamente vinculado al liderazgo político del Partido Comunista. Sin embargo, su función principal seguirá siendo defensiva: disuadir la coerción extranjera, proteger los intereses de China y garantizar un espacio para el desarrollo pacífico y la coexistencia. Reconocer esta realidad exige ir más allá de la narrativa de la “amenaza china” y avanzar hacia una evaluación equilibrada que reconozca tanto la importancia de la modernización militar de China como los límites de sus capacidades actuales. Solo así la comunidad internacional podrá evitar un ciclo autoalimentado de desconfianza y confrontación.

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