El ministro de Seguridad Nacional israelí , Itamar Ben-Gvir, visitó y rezó en el lugar sagrado más sensible de Jerusalén, el complejo de Al-Aqsa, lo que desencadenó una ola de condena regional y desató temores de nuevas escaladas de tensiones.
La provocativa acción ocurre mientras continúan los ataques israelíes en la Franja de Gaza, con al menos 33 palestinos muertos el domingo en camino a los puntos de distribución de ayuda, mientras aumentan las críticas globales sobre Israel creando condiciones similares a la hambruna en el enclave asediado.
La visita de Ben-Gvir al complejo de la ladera amenaza con obstaculizar aún más los esfuerzos de los mediadores internacionales, como Qatar y Egipto, para poner fin a la ofensiva militar de casi dos años de Israel en Gaza.
La zona, que los judíos llaman el Monte del Templo, es el lugar más sagrado del judaísmo y se cree que alberga los antiguos templos bíblicos. Sin embargo, los musulmanes lo llaman el Noble Santuario, que hoy alberga la Mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado del islam.
Las visitas de funcionarios israelíes al lugar, la primera qibla islámica (la dirección hacia la que rezan los musulmanes de todo el mundo), se consideran una provocación en el mundo árabe y musulmán. Rezar abiertamente en el lugar viola un statu quo de larga data.
A los judíos se les ha permitido visitar y recorrer el recinto sagrado, pero se les prohíbe rezar allí, ya que las tropas y la policía israelíes deben garantizarlo mientras protegen las instalaciones. La oficina del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, afirma que Israel no cambiará las normas que rigen el lugar tras la visita de Ben-Gvir.
El ministro visitó el lugar tras la publicación por parte de Hamás de videos que mostraban a un rehén israelí en Gaza con aspecto delgado y débil. El video provocó indignación en Israel y aumentó la presión sobre el gobierno de Netanyahu para que alcanzara un acuerdo que permitiera el regreso de los rehenes restantes.
Ben-Gvir pidió que Israel anexara formalmente la Franja de Gaza y renovó su deseo de una expulsión palestina del territorio, reviviendo con ello la retórica que ha complicado el acuerdo de rehenes y las negociaciones de alto el fuego.