En medio de un cúmulo de informaciones negativas sobre su gestión, y críticas por doquier, el presidente de Argentina, Javier Milei, intensifica su furia contra periodistas, medios de prensa, políticos y contra todo que le caiga mal.
En los últimos días ha soltado andanadas de insultos, improperios, injurias y hasta amenazas contra periodistas que le fueron incluso fieles durante la campaña presidencial, comportamiento que ha suscitado los más disímiles comentarios, editoriales y análisis en medios de diversos espectros ideológicos.
La editorialista de Página12 Irina Hauser se pregunta cuánto hay de planificado o cuánto de espontáneo en esos ataques y exabruptos, y la interrogante es hasta dónde puede llegar.
Tal parece una acción concertada; ya no es solo el presidente, pues se sumaron a esa violencia los más cercanos de su ejecutivo:
Su asesor personal Santiago Caputo le tapó la cámara a un fotógrafo del periódico Tiempo Argentino y le sacó foto a su credencial a manera de amedrentamiento, su influencer conocido como el Gordo Dan llamó a que metieran presos a los periodistas por decreto y el ministro de Economía Luis Caputo dijo que el periodismo y los periodistas van a desaparecer.
Incluso, el mandatario circuló una foto de una tumba de los medios de comunicación tradicionales, la cual fue reproducida por doquier. Y hasta llegó a instigar: «No odiamos suficiente a los periodistas».
En su editorial, Hauser hace referencia al libro Los ingenieros del Caos, de Giuliano da Empoli, quien revela que esta tempestiva ofensiva de Milei no es un invento, sino que confirma la práctica de dirigentes de ultraderecha basada en alimentar la ira a través de las redes sociales, el uso de la tecnología y los discursos violentos.
El insulto, el descrédito y la humillación, son la acción política por excelencia que practican, y con ello hay un ataque a la discusión política tradicional y profunda, acota el escritor que cita la comentarista.
En esa lógica, los hechos, los datos, la ciencia, el conocimiento son blanco de la ofensiva porque la apuesta es ganar la batalla emocional con la imposición del miedo y con el recrudecimiento de la insatisfacción y el resentimiento, explica Da Empoli.
Al ejercer toda esa violencia, esta encuentra sus distintas réplicas en las familias, las aulas, el transporte público, y la calle.
Hauser advierte que mientras atacan a los periodistas y limitan la libertad expresión, «hacen algo que ya conocemos: saquean al país, instalan autoritarismo y debilitan la democracia».
Carlos Pagni, un comentarista del diario La Nación, resume en una enjundiosa columna el martes que «ya no son mensajes agresivos: es una convocatoria a odiar. A odiar lo suficiente. Una de las preguntas que uno podría plantearse es: una vez que odiamos lo suficiente, ¿qué sigue al odio? ¿Qué le hacemos a aquellos a los que ya odiamos lo suficiente?»
En días recientes el periodista, comentarista y empresario Roberto Navarro, fundador y director del medio El Destape, fue blanco de un violento ataque mientras caminaba por una céntrica calle de Buenos Aires.