El Banco Central Europeo (BCE) redujo las tasas de interés en 25 puntos básicos al 3% en su reunión de diciembre, una decisión destinada a apoyar a una economía de la eurozona que sigue teniendo dificultades.
Pero el relato de la reunión, publicado el jueves 16 de enero, muestra que los responsables políticos estaban profundamente divididos sobre cuán agresivo debería ser el enfoque del banco central.
Aunque algunos miembros abogaron por una reducción más pronunciada para proteger la economía de los crecientes riesgos, otros temían que actuar demasiado rápido podría enviar una señal equivocada a los mercados.
Es una medida necesaria, pero ¿hasta dónde debe llegar el BCE?
El lento crecimiento y la disminución de la inflación fueron los principales factores que impulsaron la decisión del BCE de bajar los tipos. Las nuevas proyecciones presentadas al Consejo de Gobierno en diciembre pintaron un panorama sombrío, ya que se esperaba que la economía de la eurozona se recuperara más lentamente de lo que se pensaba anteriormente.
Las autoridades coincidieron en general en que eran necesarios “tipos de referencia más bajos y una mayor relajación de las condiciones de financiación” para garantizar que la inflación se mantuviera en el camino correcto para estabilizarse en el objetivo del banco del 2%.
Sin embargo, no hubo consenso sobre el tamaño del recorte. Si bien todos los miembros apoyaron la reducción de 25 puntos básicos, algunos consideraron que una reducción mayor -50 puntos básicos- habría sido más eficaz para apuntalar el crecimiento. “Un recorte mayor de las tasas proporcionaría un seguro contra los riesgos de una caída del crecimiento”, dijeron algunos miembros, señalando las repetidas rebajas de las previsiones económicas.
Otros, sin embargo, se opusieron, argumentando que una medida tan agresiva podría tener consecuencias no deseadas.
“Un recorte de 50 puntos básicos podría ser percibido como una visión más negativa del estado de la economía por parte del BCE de lo que realmente es”, señalan las actas. La preocupación es que los mercados podrían interpretar un recorte mayor como una señal de pánico en lugar de un ajuste calculado.
Los riesgos políticos y globales aumentan la incertidumbre
La desaceleración económica no fue el único tema en la mira del BCE. Las autoridades también señalaron la creciente incertidumbre política en la eurozona y las crecientes tensiones comerciales globales como riesgos clave que podrían complicar la labor del banco en los próximos meses.
Una de las principales preocupaciones era el impacto de la posible imposición de nuevos aranceles estadounidenses a los productos chinos, que podrían perturbar los flujos comerciales globales. Los miembros del BCE señalaron que, si China respondía redireccionando sus exportaciones a Europa, podría afectar la inflación y el crecimiento económico de maneras impredecibles.
“Los efectos inflacionarios de las políticas estadounidenses anunciadas previamente probablemente serán mayores en Estados Unidos que en el resto del mundo”, señalan las actas, pero las consecuencias más amplias no están claras.
Más cerca de casa, el panorama político en Europa era otra fuente de preocupación: Francia luchaba por formar un gobierno estable y Alemania se encaminaba a una elección anticipada en febrero.
“La incertidumbre sobre las políticas estadounidenses también se ha visto agravada por una mayor incertidumbre política en Europa”, señalan las actas, y los responsables políticos subrayaron que las instituciones europeas tendrían que proporcionar estabilidad en un período turbulento.
¿Qué pasa después?
A pesar del recorte de tipos, el BCE no llegó a señalar un camino claro para futuras medidas. Los responsables de la política monetaria mantuvieron un “enfoque dependiente de los datos y reunión por reunión”, lo que significa que evaluarán los datos económicos que se vayan recibiendo antes de hacer más ajustes.
Un desafío clave es que algunas de las dificultades económicas de la eurozona son estructurales y no cíclicas, cuestiones que la política monetaria por sí sola no puede resolver. “La política monetaria no puede asumir la responsabilidad del crecimiento a largo plazo”, se afirma en las actas, y los funcionarios sostienen que los gobiernos deben asumir un papel más activo a la hora de abordar las debilidades estructurales.
De cara al futuro, los mercados esperan nuevos recortes de tipos en 2024, pero el ritmo y el momento siguen siendo inciertos. En un contexto de desaceleración de la inflación y aumento de los riesgos globales, el BCE tendrá que actuar con cautela, equilibrando la necesidad de apoyo económico con los riesgos de actuar demasiado rápido.