El fentanilo, un potente opioide sintético, ha desencadenado una crisis sanitaria sin precedentes en los Estados Unidos.
Para entender la envergadura del problema, es esencial resaltar un dato crucial: el fentanilo supera en potencia a la morfina en múltiples veces, situándose entre cincuenta y cien veces más fuerte.
En sus inicios, durante la década de los noventa, este opioide fue desarrollado para aliviar dolores intensos en pacientes con afecciones crónicas. Sin embargo, la disponibilidad y el uso desmedido de esta sustancia han propiciado un alarmante aumento de las muertes por sobredosis, ya que incluso pequeñas cantidades de este medicamento pueden resultar letales.
Desde los primeros años del siglo XXI, el consumo de fentanilo ha proliferado en distintas regiones de los Estados Unidos, agravándose la situación a partir de 2013, cuando se observó un marcado aumento en la presencia de fentanilo ilícito destinado al uso recreativo.
El propio Gobierno ha reconocido que las sobredosis causadas por fentanilo ilegal son la principal causa de mortalidad entre estadounidenses de 18 a 49 años, con un aumento del 94% en las muertes por sobredosis de fentanilo entre 2019 y 2021.
Según el informe del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos, las muertes por sobredosis de fentanilo han experimentado un significativo incremento en los últimos años. Únicamente en 2020, se registraron más de 57,000 fallecimientos vinculados a opioides sintéticos.